Bueno hay uno de estos avisos que se publicó por todos lados, y el otro está saliendo a la luz por primera vez. Adivinen quién metió mano:
lunes, 4 de diciembre de 2006
Bueno, ahí siguen las repercusiones mediáticas del Cura, el amigo Juan Terranova nos hizo llegar a un importante suplemento cultural, y la divina March nos hizo una nota superproducida para Clarin.
viernes, 1 de diciembre de 2006
Dos chicas despampanantes, Adriana Badagnani y María Fernanda Mainelli, hicieron notas sobre El Curandero: muchas gracias:
jueves, 30 de noviembre de 2006
Oh tú comechingona del demonio!
Muchas fans del Norte de nuestro paisito atolondrado y cumbianchero me escriben a mi casilla de yahoó. Una fans, Justina de la hermana provincia de Catamarca (oh, tú, comechingona del demonio!) me mandó tipiado lo que escribió la Sarlo. Yo no sé si será verdad, en San Fernando del Valle de Catamarca también hay intelectuales que leen la Punto de Vista, parece! Esto sí que es genial, yo pensaba que sólo la Pronto y la Paparazi llegaban a todo el país!!
A ver quién entiende si la doctora Sarlo me da con un caño o quiere bailar la cumbia con este pobre negro:
"Sólo el exceso puede rescatar el registro plano.
Narrador sumergido
Ese es el camino de Cucurto. Lo que él hace es más clásico: la hipérbole de la lengua baja. La exageración rompe la ilusión etnográfica. Cucurto esribe como quien "no sabe escribir" (ese espécimen no existe) para lectores cultos que lo leen porque sus libros muestran al escritor llegado con una lengua y unas fantasías de absorbente y exótica vitalidad.
Es esto se diferencia radicalmente de Roberto Arlt (a quien Cucurto menciona en reportajes como el 'otro escritor' que no sabía escribir): lo insasimilable de Arlt era tan fuerte para su público popular como para algunos de sus compañeros literarios. Arlt era leído por un público al cual le devolvía una imagen no reconciliada de un mundo que no consideraba divertido sino despreciable y mezquino. Cucurto tiene lectores cultos que lo leen con la diversión con que las capas medias escuchan cumbia.
En efecto, frente a una literatura como es la de Saer, la de Piglia o la de Chefjec, los libros ponen el cuerpo antes que la cabeza y prefieren la vulgaridad del goce a la distinción aristocrática del deseo sin objeto. Su literatura clebra aquello que celebra la cumbia, aunque parezca ridículo decirlo: la alegría de vivir. Sin embargo, el carácter sociológico de las novelas de Cucurto lo vincula directamente con una tradición a la que él contradice porque esta tradición, la del realismo, fue bien pensante y pequeño burguesa. La crítica radical de esa literatura comenzó y terminó con Osvaldo Lamborghini. Después de la trituradora lamborghiniana ya no hay escándalo sino sana diversión, desfachatez y simpatía.
En el abanico de opciones posibles, Cucurto coloca su literatura en un más allá populista. Digamos, un populismo posmoderno, que celebra no la verdad del Pueblo sino su capacidad para cojer, bailar cumbia, enamorarse y girar toda la noche. Abandona toda cautela entre lo que puede decirse y lo que no puede decirse y, sobre todo, no da al narrador una lengua distinta en nada a la de sus personajes. La gran invención de Cucurto es la del narrador sumergido, es decir, indistinguible de sus personajes, incluso porque declina el poder de organizar visiblemente la ilación del relato: todo pasa azarosamente, ese orden u otro no cambiaría en nada el efecto estético. No se trata de textos aleatorios sino de textos indiferentes a la sintaxis.
El narrador sumergido nunca es superior a sus personajes ni en ideas ni en experiencias. Es una especie de Cándido al que las cosas suceden, en general para bien, y que se entrega (como si hubiera sido aleccionado por el Dr. Pangloss) al curso del mundo que, a pesar de desilusiones y contratiempos, siempre es el mejor posible ya que, sumergido, es imposible ver otro. Puro cuerpo y cuerpo de la lengua, el narrador de Cucurto no tiene la fisura de las subjetividades en las que el deseo, el lenguaje y el mundo están escindidos. En su planeta cumbiero no existe esa fractura. Y esto queda representado en la rapidez con que se llega desde el primer movimiento del deseo hasta el coito, sin dilaciones discursivas. A Cucurto le interesa mucho más mencionar culos y tetas que las vueltas de la subjetividad: le interesa un mundo táctil, donde las superficies corporales se tocan, rebotan, se humedecen, levitan.
Le interesa la vulgaridad de lo que puede ser dicho con las palabras de la música más popular: Puig escuchó las letras de Le Pera, cucurto las de la cumbia. No hay lugar para la nostalgia ni la melancolía. A diferencia de Arlt (que escribió ácidamente, rencorosamente contra sus lectores populares, contra sus personajes, implacable en su desprecio), la literatura de Cucurto se ubica a gusto en ese mundo.
Por supuesto, hay tedio en la repetición, pero como las palabras que se repiten son tan extrañas a la literatura, nadie lo señala porque la sorpresa del exotismo social se combina con el peligro de incorrección ideológica que amenaza a quienes lean 'mal' las voces de Cucurto.
Revista Pto. de Vista, 86
A ver quién entiende si la doctora Sarlo me da con un caño o quiere bailar la cumbia con este pobre negro:
"Sólo el exceso puede rescatar el registro plano.
Narrador sumergido
Ese es el camino de Cucurto. Lo que él hace es más clásico: la hipérbole de la lengua baja. La exageración rompe la ilusión etnográfica. Cucurto esribe como quien "no sabe escribir" (ese espécimen no existe) para lectores cultos que lo leen porque sus libros muestran al escritor llegado con una lengua y unas fantasías de absorbente y exótica vitalidad.
Es esto se diferencia radicalmente de Roberto Arlt (a quien Cucurto menciona en reportajes como el 'otro escritor' que no sabía escribir): lo insasimilable de Arlt era tan fuerte para su público popular como para algunos de sus compañeros literarios. Arlt era leído por un público al cual le devolvía una imagen no reconciliada de un mundo que no consideraba divertido sino despreciable y mezquino. Cucurto tiene lectores cultos que lo leen con la diversión con que las capas medias escuchan cumbia.
En efecto, frente a una literatura como es la de Saer, la de Piglia o la de Chefjec, los libros ponen el cuerpo antes que la cabeza y prefieren la vulgaridad del goce a la distinción aristocrática del deseo sin objeto. Su literatura clebra aquello que celebra la cumbia, aunque parezca ridículo decirlo: la alegría de vivir. Sin embargo, el carácter sociológico de las novelas de Cucurto lo vincula directamente con una tradición a la que él contradice porque esta tradición, la del realismo, fue bien pensante y pequeño burguesa. La crítica radical de esa literatura comenzó y terminó con Osvaldo Lamborghini. Después de la trituradora lamborghiniana ya no hay escándalo sino sana diversión, desfachatez y simpatía.
En el abanico de opciones posibles, Cucurto coloca su literatura en un más allá populista. Digamos, un populismo posmoderno, que celebra no la verdad del Pueblo sino su capacidad para cojer, bailar cumbia, enamorarse y girar toda la noche. Abandona toda cautela entre lo que puede decirse y lo que no puede decirse y, sobre todo, no da al narrador una lengua distinta en nada a la de sus personajes. La gran invención de Cucurto es la del narrador sumergido, es decir, indistinguible de sus personajes, incluso porque declina el poder de organizar visiblemente la ilación del relato: todo pasa azarosamente, ese orden u otro no cambiaría en nada el efecto estético. No se trata de textos aleatorios sino de textos indiferentes a la sintaxis.
El narrador sumergido nunca es superior a sus personajes ni en ideas ni en experiencias. Es una especie de Cándido al que las cosas suceden, en general para bien, y que se entrega (como si hubiera sido aleccionado por el Dr. Pangloss) al curso del mundo que, a pesar de desilusiones y contratiempos, siempre es el mejor posible ya que, sumergido, es imposible ver otro. Puro cuerpo y cuerpo de la lengua, el narrador de Cucurto no tiene la fisura de las subjetividades en las que el deseo, el lenguaje y el mundo están escindidos. En su planeta cumbiero no existe esa fractura. Y esto queda representado en la rapidez con que se llega desde el primer movimiento del deseo hasta el coito, sin dilaciones discursivas. A Cucurto le interesa mucho más mencionar culos y tetas que las vueltas de la subjetividad: le interesa un mundo táctil, donde las superficies corporales se tocan, rebotan, se humedecen, levitan.
Le interesa la vulgaridad de lo que puede ser dicho con las palabras de la música más popular: Puig escuchó las letras de Le Pera, cucurto las de la cumbia. No hay lugar para la nostalgia ni la melancolía. A diferencia de Arlt (que escribió ácidamente, rencorosamente contra sus lectores populares, contra sus personajes, implacable en su desprecio), la literatura de Cucurto se ubica a gusto en ese mundo.
Por supuesto, hay tedio en la repetición, pero como las palabras que se repiten son tan extrañas a la literatura, nadie lo señala porque la sorpresa del exotismo social se combina con el peligro de incorrección ideológica que amenaza a quienes lean 'mal' las voces de Cucurto.
Revista Pto. de Vista, 86
martes, 28 de noviembre de 2006
sábado, 25 de noviembre de 2006
Apenas una semana
Apenas una semana y mi editorcita de lujo me dice que el libro ya vendió 800 ejemplares. ¡No puede ser!, le dije. "Sí, Cucu querido, me dijo Merceditas, los gallegos de la madre España ya quieren hablar con vos! ¡Y ni pienses en volver a Interzona!"
En la librería Hernández quieren hacer un show de música con vos para fin de año, me dijo la gerenta de marketing.
Mis fans me trabaron la casilla. Como muestra, va la primera foto. Una fans marplatense. Y en la otra foto, en Puerto Madryn, una fans no se contuvo y se me tiró encima. No sé qué voy a hacer con tanta demanda femenina. Ya estoy pensando en pasarles un par a Diego Dudo de Todo, mi crítico número 1 y culpable de toda esta megacucurtiada de fin de año. Ahora pienso en Malkavis, dedillo y demás poster bloguers que me inflaron demasiado. ¡Gracias, muchachos!
En la librería Hernández quieren hacer un show de música con vos para fin de año, me dijo la gerenta de marketing.
Mis fans me trabaron la casilla. Como muestra, va la primera foto. Una fans marplatense. Y en la otra foto, en Puerto Madryn, una fans no se contuvo y se me tiró encima. No sé qué voy a hacer con tanta demanda femenina. Ya estoy pensando en pasarles un par a Diego Dudo de Todo, mi crítico número 1 y culpable de toda esta megacucurtiada de fin de año. Ahora pienso en Malkavis, dedillo y demás poster bloguers que me inflaron demasiado. ¡Gracias, muchachos!
viernes, 24 de noviembre de 2006
Quiero ver a la doctora Sarlo bailando la cumbia
Bueno, lectores y lectorcitas queridos, ahí estoy colgado de la multinacional que me publicó mis últimos relatos. Es una foto que sacó Alejandro Guyot para una nota que me hicieron de Inrrockuptibles.
Pero lo mejor que me pasó ayer fue que un amigo me mostró unos largos párrafos donde la señora Beatriz Sarlo hablaba de mí en su revista Punto de Vista. Realmente no entendí nada de lo que dice sobre mis libros, pero nunca imaginé que se iban a ocupar en serio de mis cuentitos. Ahora sí que voy a empezar a escribir cualquier cosa, ya van a ver.
miércoles, 22 de noviembre de 2006
Esta tarde, el aviso prohibido
Amigos y amigas seguidoras del Curandero, esta tarde mi operador Santi promete subir un aviso publicitario censurado que se mete con las más altas esferas de la literatura argentina... Es el destino de un humilde escritor como yo.
sábado, 18 de noviembre de 2006
Suscribirse a:
Entradas (Atom)